La Ruta de la Seda representa un temprano fenómeno de integración política y cultural debido al comercio inter-regional. En su apogeo, sostuvo una cultura internacional que enlazaba a grupos tan diversos como los magiares, armenios y chinos. La Ruta experimentó períodos principales de popularidad y actividad en diferentes épocas y en diferentes puntos a lo largo de su longitud: en el oeste, su apogeo fue la época del Imperio Bizantino; en la sección del Nilo-Oxus, desde el período del Imperio sasánida al del Ilkanato; y en la zona sinítica desde el periodo de los Tres Reinos has el de la dinastía Yuan.
El comercio entre Oriente y Occidente se desarrolló también por mar, entre los puertos de Alejandría en Egipto y de Guangzhou en China, siendo fomentado a lo largo de todo el Océano Índico. Bajo su fuerte dinámica de integración y de los impactos de cambio que transmitía, las sociedades tribales que previamente vivían en aislamiento a lo largo de la Ruta de la Seda o de pastores que procedían de un desarrollo cultural bárbaro, se sintieron atraídos por las riquezas y las oportunidades de las civilizaciones conectadas por la Ruta, teniendo en las rutas merodeadores o mercenarios. Muchas tribus bárbaras se convirtieron en cualificados guerreros capaces de conquistar ciudades ricas y tierras fértiles, forjando fuertes imperios militares.